domingo, 20 de diciembre de 2009

SONIDOS DE AGUA

INTRODUCCIÓN:

Lo que os presento es una colección de charlas o interlocuciones entre una Rana y sus amigos de la charca.
Es un conjunto de 57 sonidos... La rana es un personaje adulto que se dirige a una cría de sapito, a un tritón, a una libélula, etc. Ella les habla de la vida, les prepara para lo que habrán de encarar. Les susurra y les anima a ser ellos mismos y a despertar de su animalidad...







1
Al despertar de su sueño, el sapito encontró a la Rana Solitaria agitando las aguas...
Un sonido nunca escuchado emergía como hondas.
El Sapito dijo:
¿Cual es tu nombre?
Y de nuevo el sonido hizo vibrar la charca.


2
—¿Quieres jugar conmigo al escondite? —dijo la Rana —. Yo me escondo y tu me encuentras.
Yo escondo gotitas de agua,
y tú encuentras espejos donde mirarte.


3
Esturiones braman de noche a horas desconocidas.
Licántropos lloran de día al dormirte en mis sueños.
Te llevaré, pequeño Sapito de colores, si tú quieres,
al jardín de las preguntas azules.
Te enseñaré el cenote donde los «noes» no niegan,
ni los «síes» afirman, y todo es posible.


4
En tus ojos se anticipan las que serán tus alegrías.
yo anticipo la que será tu pena;
como anticipo el aire que respiramos.
De todo el aire, el que sopla dentro de ti
es el más cristalino y el más intangible.
Limpidez y morralla serán las aves que acampen
junto al arroyo de tus ojos.
Yo anticipo que saldrás airoso de toda contienda.


5
Una tarde muy luminosa le dijo la Rana al Sapito:
¡Cómo te gustan los colores!
El rojo de las amapolas, el verde de los lirios,
el azul de las azucenas.
Colores que tu madre llama «alegres».
Sin embargo, hay un color
que debes conocer con prontitud:
¡el color de la ceniza!
Un color que no deslumbra,
pero alumbra celdas interiores.
Tenlo siempre cerca,
porque será ese color y no otro el que,
como lluvia terminal en la charca del mañana,
te hará descubrir el festival renovado
del arco iris.


6
Tu vida será cíclica o lineal antes que infinita.
Cíclica porque retorna a su aro o su añoranza.
Lineal porque sin poder escapar de él, repite lo sabido.
Infinita, cuando estanque, arroyo o estupor,
no ocupen espacio en tu mente.
Entrada la noche, se pudo ver al Sapito,
saltando y brincado sobre el barrizal
con extremo cuidado.


7
El pequeño Renacuajo se había refugiado bajo el limo.
Mirando con denuedo hacia los lados,
prestaba atención al vuelo de las garzas.
—Tu madre dice que no duermes de noche. —Le susurro la Rana—.
Le he dicho que traiga los fantasmas al día. Ella se ha asustado,
y ha añadido otro fantasma a tu vida.


8
Puedo reconocer a tus fantasmas;
he dormido con ellos.
La mayoría están fuera de ti y son inocentes.
Cuídate de uno, mi Sapito.
se hace pasar por tu hermano y se llama «seguridad».
Él te perseguirá toda la vida.
No podrás ahuyentarlo.
Seducirlo, de nada te valdrá.
Sólo podrás comprenderlo.
Tan sólo así saldrás ileso de su sordera.



9
«Saber que lo que sientes lo has aprendido».
«Saber que no hacer nada es desaprenderlo».
En esto se resume todo.
No hacer nada es lo más fácil;
lo que ha de ser lo será naturalmente.
Descarta toda voluntad o esfuerzo
y el mirar lo será para mirarte.
Escucha bien estas palabras,
antes de que el flujo de corrientes
se expanda en tus pólipos lunares.


10
Al encontrarse con su pequeño amigo,
le dijo la Rana al oído:
«Tú serás, quizás,
el guardián de las actinias;
el que posea todos los huesos
que componen
la atenuación
de lo impropio».



11
Sin saberlo cabalgas en un cisne
que ha excavado su sueño en la memoria.
Escucho sus alas desplegarse a la luz del día.
Su temprana molleja
no hace acopio de sombras todavía;
y vives y vuelas para la fragilidad y la transparencia.
Y la libélula azul, dormida a los pies de la rana,
se dejaba acariciar por el susurro gutural de su voz.


12
«Tendrás que abrir tu boca
hecha de hilos invisibles
por los que sopla el tiempo
—le dijo la Rana al Sapito,
que nadaba entre sus ancas carnosas—.
Tendrás que tragarte a ti mismo
y desesculpirte mil veces.
Entonces,
serás libre para sonreír».


13
Imagina un diccionario
sin la palabra Dios.
¿Cuántos tomos necesitaría?
¡No cabría en la tierra!
Dios es la negación del misterio.
¡Estás a tiempo sapito de colores!
Junta todas las preguntas sin respuesta.
¡Observa su esplendor!
Éste es el evangelio primero y último.
El pequeño Sapito, maravillado,
daba saltos y brincaba entre las lilas
bajo la verde mirada de la rana.



14
¡Tengo un regalo, querido batracio!
¿Puedes imaginarlo?
Quizás no lo sospeches.
¿Has lamido la corteza del quercus?
Tu lengua no la olvida.
¿Sabes por qué mi saliva es ácida?
Cura todas las heridas.
La tuya especialmente.


15
El Sapito presumía de su habilidad
para saltar las paredes rocosas.
La Rana le habló al oído:
«En el espacio periférico
de tu mente
están tus ideas.
En el núcleo,
todo lo que desconoces
y conforma
tus pulsiones.
Allí donde la luz no alumbra
estás tú definiéndote.
Tú eres lo que desconoces,
y lo que conoces hace amagos de definición».



16
Desde que naciste corres detrás de aquello
que te hace sonreír.
A la inversa, de lo que te hace llorar te alejas.
Con estas trazas das forma al barro de tu estancia,
y el barro de tu estancia te da forma a ti.
Luego, más tarde, cuando mires atrás, no sabrás qué fue primero;
y buscarás inútilmente el origen.
Vivo en tu misma charca, y será un placer -si tú lo quieres-,
desmenuzar contigo el adobe de tu mente.




17
Te diré algo a ti que eres uno de ellos:
¡En los tubérculos de mis manos viven mariposas!
Pero al inclinarme y querer rozar con mi lengua sus élitros,
descubro que ya se han ido.
Esto, que muchos consideran una desgracia
—yo mismo lo consideré así algún tiempo—,
es ahora cuajo y pentagrama de prevalencias.



18
—Tú has nacido en una democracia de agua —dijo la Rana—,
y no podré culparte de no vencer al hastío.
Por eso, ahora que aún estás a tiempo,
has de abandonar toda esperanza
y actuar sin esperar nada a cambio.
¡Quiero enseñarte a actuar porque te place!



19
¡Mantente alerta!
La rutina es la mayor de las sanguijuelas.
No solo chupa la sangre, querido Sapito,
el cerebro es su elección primera.
Si no quieres vivir como hurón, lombriz o escolopendra,
elige bien tu puerto.
Antes de perder los ojos perderás el sentido.
Una vez sin ojos, la pasión será una extraña para ti.
Convertido en sombra o guiñapo,
poco podrás hacer sin ella.



20
Los símbolos y las representaciones empiezan a definir tu mirada.
—Perdóname —le dijo la Rana —,
pero, ya que he de influir en ti de cualquier manera,
prefiero hacerlo de la mejor que sé.



21
Con esmero haces acopio de materiales.
Te afanas en construir el que será tu hogar del mañana.
Sin saberlo, naciste arquitecto y forense.
Posesión y permanencia son los pilares que edificas.
Ellos te quemarán y harán de ti un bonzo.
El temor es la mezcla que utilizas.
Tal vez, si el viento sopla de costado ardas con ellos
y deshaga tu argamasa.
Siempre me tendrás a mí, ¡querido Sapito!
para excavar contigo en tus adentros.



22
—Hoy, cuando dormías,
querido Sapito,
he colgado de tus orejas
filamentos de sinrazón.



23
Hoy he hablado tu lengua,
la que usas en escenarios ignotos.
Tú eres apenas un embrión de sapo
y aún no puedes comprender estas palabras.
He pronunciado dos nombres
y he cerrado la boca.
Me han sobrado emanaciones, concordancia
y alfabeto.
Ajeno a todo he tragado silencio, y he mirado la playa donde el recuerdo
sopla espejismos y desnuda asperezas.



24
Enterrada bajo el lodo soñó con el pequeño Sapito.
Nada más despertarse, tres anhelos acudieron a su corazón:
¡Oídos para escucharte!
¡Ojos para verte!
¡Manos para tocarte!
Nada me falta en este día.
Y he querido saltar hacia ti,
a toda prisa,
agradecida.



25
¿Quieres mirarte en el espejo del agua?
El pasado y el futuro
son dos almas gemelas.
El ayer es un viejo conocido
durmiendo en la orilla.
El futuro eres tú mismo
moviéndote entre reflejos.



26
Las preguntas no hacen daño, anfibio inconcluso,
hacen daño las respuestas. No porque te digan lo que no quieres escuchar,
sino porque el que pregunta,
hace suya la negación de la respuesta.



27
He hendido mi mano en tu conciencia
y todo era resplandor: configuraciones de agua,
balbuceante, breve y animosa.
Para entonces, tu voz minúscula
se ha hecho elástica y rueda,
cuando la empleas para el canto,
como esfera sembrada de crisoles
hacia el puente que va de tu manita de sapo a mi espacio.
Nada me alegra más que tu voz en ese instante,
y en ella viajo, absorto en ti -mi mano en tu conciencia-,
al circo del mañana.



28
Éste es el trabajo que habrás de desempeñar:
«Purgar y vaciar tus intestinos».
Como asceta maloliente,
pondrás sobre la mesa
cuanto se puso en tu interior.
Lo que vuelques en ella, viajero menudo,
sin antes vaciarte,
hedor y sombra nublarán
el objeto de tu conocimiento.



29
Nada podrá hacer tu madre para impedirlo.
Te sentirás violento y atacarás a alguien.
Y en el mejor de los casos
no lo llamarás justicia.



30
Los presidios guardan lo que la mente sueña
y algunos se atreven a realizar.
Ningún sapo o rana
entra solo a su celda,
nuestros sueños le acompañan.
Ésa es su locura.
Ahora ya sabes con quién te cruzas por la charca,
y con quién duermes en tu cuna de huevas.



31
Hay una acción para el antes del dolor.
Otra, para el transcurso.
En el antes persigo su anzuelo y alumbro su carnaza.
En el transcurso,
detengo todo movimiento:
justificación y voluntad.
Quédate sólo con esto, querido Tritón.
Te bastará para ser y hacer feliz.



32
¡Despierta amigo Sapo!
¡Tienes mucho que hacer!
Nada debe quedar en pie.
Borra todos los caminos.
Las huellas que dejaron otros
serán tu propia perdición.
Si dices «Yo sé»
recorres caminos trazados por otros,
o el camino que tu velo ha hilvanado
con las turbias e incipientes aguas
de la mente.



33
Cuando dices: «Ése es el malo»,
no veo más que el odio en él
y en sus ojos tu imagen.
Cuando dices: «Ése es el bueno»,
no veo más que el afán de proteger a los suyos,
en los cuales te ves.
Elige bien tus amistades, renacuajo incipiente,
no por buenas o malas,
sino por inconclusas.




34
«¿Sabes por qué peso tan poco?
¡No tengo secretos!
¡Quién dice que no nos parecemos!», le dijo la Rana al Sapito,
cuando permanecía inmóvil sobre una hoja en el agua.



35
Estando un embrión de sapo flotando a la deriva,
le dijo la Rana:
«Tus demandas han sido escritas,
una a una, en tu babero de soles.
Tú serás la acritud y el almíbar
de lo que has comido».



36
Hubo un tiempo en el que la pregunta
iba más lejos que la respuesta.
Tú habitabas ese espacio.
No había prisa por responder.
El silencio estaba bien considerado.
Hubo un tiempo que habrás de hallar de nuevo,
donde el misterio ejercía en tu boca.
Pero ahora ¡estás tan ocupado en dar respuesta a tu guía y progenitor!
Yo estaré ahí, si así lo quieres,
cuando tu afán por conquistarlo
no se interponga entre tú y la luz.
Y el Sapito miró dulcemente a la Rana,
en acuático silencio.



37
«Seguidos tus pasos, —le dijo la Rana al Sapito de colores—,
será inevitable que tropieces con la ofensa.
Tan pequeño y ya eres difunto de inocencia.
La que calzabas, tácita, aunque era tuya,
no salió de tus ancas palmípedas;
viajaba exánime en tus tiernas verrugas.
Como el agua de un molino, sin tú saberlo,
has cambiado blanca harina por garnacha».


38
«Me llamaste ranota y sonreí».
Cada vez más el discurso entre nosotros
se hace breve y atiza escándalo;
no sé si por tu conducta o por mi aprobación.
No pretendo el desconcierto,
pero el orden del concierto
en el que a veces vivo,
¡es tan previsible y aburrido!



39
Un día que el Sapito no tenía con quien jugar
a perseguir insectos zancudos, le habló la rana:
«La cadena de la soledad
recorre el mundo:
eslabones que anudan esperanza
y cuelgan de los ojos del tiempo.
La cadena de la soledad es de agua
y retiene un temporal de lluvia infinita.
¿Podrás dejarla caer toda?».



40
Tú estuviste en el viento y en la roca
mucho antes de que el alba despuntase en el sonido.
Hay sonidos que quisiera que nunca conocieras,
amigo del agua,
pero que será mejor para ti conocer.



41
«Retornar al barro.
Ser barro.
Dejar de ser rana.
Dejar de ser sapo.
Tierra y agua:
saliva del mundo
nadando dentro de ti.
¿Qué más puedes ser?».



42
Los que te tratan como un renacuajo
te desconocen.
Presumen de edad
y sólo tienen unas lunas, como tú.
La jubilación de la conciencia es de lo más precoz.
Los años que te quedan ¿serán para naufragar?
No descarto, Sapito,
que el poder de tu mente transgreda
el mapa de tus sueños.



43
He visto guerras cuyo credo era la «justicia»,
pero en su corazón y en su mente,
gallos de pelea afilaban sus garfios
sobre la cuna de los recién nacidos.
¡Ay, mi Sapito!!
¡Que tu tiempo no sea salpicado
por las tinieblas de este orín fúnebre!



44
Vives fuera de mí como yo vivo fuera de ti,
permaneciendo unidos bajo las aguas de esta charca.
Los dos hemos elegido estar cerca y distantes,
acortando nuestro espacio por momentos.
No hay agua en este humedal que nos separe.
La aliaga y el granito son demasiado frágiles
para calar nuestro pecho
y talar el aire que juntos respiramos.
Por eso, te invito, a solas y en penumbra,
a indagar, tú y yo, de la mano,
en el gran enigma de la negación.



45
«Me miras y no sabes quién soy.
Tampoco te puedo ayudar en eso.
¿Cómo preguntarse quién es uno y no responder?
Dejar a la pregunta que circule en elípticas transparencias.
¿Podrás hacerlo?
¿Quién soy yo?
¿Quién eres tú?
¡Tu respuesta no me interesa, querido Sapito,
me interesa la hondura de tu pregunta!».



46
Vives en la ordenación.
Todo cuanto haces es medida y mediación de otro.
Eres como corcho en la corriente,
te dirigen.
Avalado, adyacente,
formas parte de una red de propósitos en confrontación.
Vives ajeno a su disputa.
Esto, querido Sapo, acabará un día,
y el mañana será para ti: yunque
o espuela.
Tú elegirás el frente.
Dos serán tus opciones:
«ser cometa» -ella tienen la facultad de creerse libre-,
o ser realmente libre,
y dejar de «ser».



47
«Croas tan alto —le dijo la Rana al Sapito—,
que puedo escucharte a lo lejos;
a ti, y a quien te dio la voz.
Tu sonido y el del relámpago
ha jalado el aliento del cosmos.
Su atmósfera: 0526,
duerme en la barriga de un ratón.
Mueve tu cola Sapito,
y escucha cómo su hálito
pasa por el arco de tus ojos».



48
Al principio en ti
no había resonancia.
Los halagos morían en la boca del enunciante.
Te comento:
atisbo últimamente una mueca rancia;
quizás, ecos de lactancia en tus ojos.
Lo espontáneo está dando paso
al cabildo de lo inventado.
Sin remedio, muerta la pureza,
es la hora del sapo disecado.


49
Me río mucho cuando tú me miras y dices: «¡Me aburro!».
¡No sabes cómo te entiendo!
Nunca antes me he sentido tan unido a ti.
Cuando dejes de quejarte y mirar hacia otro lado
compartiremos enigmas.
Pero quizás, ¡Sapito amaneciente!,
para entonces no me necesites,
porque la llave que da cuerda a tu vida
habrá liberado grifos y descorchado cisternas.
Mientras tanto,
¡bailaré contigo en esta charca de luces!



50
Hay dos tipos de razones que desconoces.
Unas te harán un gran sapo...
Otras te ayudarán a ser un buen gestor del agua...
De las primeras nadie te hablará porque pocos las conocen:
«La ley del temor».
«La ley del deseo».
«La ley del tiempo».
De la segunda te enterarás al cumplir años y requerirte los impuestos.
Resuelve con igual destreza las dos, ya que si no es así,
ésta última te hará sentirte extraño en tu charca.
Y la otra, como lluvia cercenadora,
te volverá poco a poco,
sin que te des cuenta,
ciego.



51
De tus enemigos aprenderás lo esencial.
Ellos te recordarán lo que no quieres escuchar.
La distancia que os separa,
¡oh, criatura del barro!,
habrás de recorrerla a la inversa;
desmontar lo fingido; traer al día la noche.
Serás el gran desconocido; el muerto viviente.
Pero que no te asusten estas palabras, mi amigo,
porque, para entonces,
¡serás el vivo de todas las muertes!



52
Hangares, fronteras, madrazas, mezquitas,
templos de agua, emanaciones sulfurosas...
no son más que excusas para no amar
y odiar a garzas y estorninos.
El demonio es el «Yo Soy».
El rencor es su templo.
La vanidad es su iglesia.
El temor es su bien más preciado.
Con su fuerza ha erigido todos los púlpitos.
Como buen arquitecto del barro harás bien en preguntarte
quién comulgará en tu adobe,
y dará cobijo y talud a madrigueras.
Ahora amasa barro, mi Sapito.
¡Toda la vida está en tus manos!



53
Aún no lo sabes, querido amigo,
pero vives en mundos paralelos.
El sueño te empuja al abrir los ojos.
La vigilia te empuja cuando los cierras.
Cuando dejen de empujarte el uno y el otro
vivirás dislocado, irreconocible,
como mariposa de agua
en un mundo de luz.
El Sapito estiró sus ancas
y comenzó a nadar en zig zag,
dejando tras de sí
amplios círculos de espuma...



54
Eres el sonido que abre la noche.
Me despiertas
y haces que el cielo escupa esquirlas de luz.
Contienes en tus ojos el fuego del hambre.
El brasero de Júpiter, ¡Sapito de colores!
se ha entregado en tu boca
a regentar alegrías y fagocita lo incontestable.
Estar contigo me hace llama y mecha.
Vivo,
entre lo más destacado,
para contemplarte.



55
En la escuela de los hombres,
el No y el Sí ondeaba por igual su laureado pendón.
Desde el atrio del saber, con la misma ligereza se afirma aprobando,
como se afirma negando.
En la escuela donde se educó la Rana,
el No y el Sí no se exhiben.
Y seguir la pista es más importante que poner límites al conocimiento.
Y desdibujar que hacer contornos.
Y escuchar que elevar la voz.
Y dormir sobre dudas y desaciertos
que hacer paráfrasis de lo sabido.
Y su prueba final jamás consiste en un No o en un Sí,
sino en un abrir los ojos.



56
No quiero irme sin decirte algo, Sapito de colores:
en todo este tiempo sólo he hablado de mí.
Sé que sabrás perdonarme.
No conozco otra forma de acercarme
al molinillo de tus ojos saltones.
Puedo reconocer,
en el tamiz de nuestras vidas paralelas,
la avena y el trigo que a sabiendas,
ha trillado el mismo rumiante...



57
Al hacerse de día,
el Sapito fue al encuentro de la Rana.
Un sonido de mariposas
le guió hacia una verde duna de helechos.
—¿Dónde estás, Ranita?
Y el viento descargó sobre el agua: arena y ceniza...



Fin